viernes, 22 de mayo de 2009

En un supermercado chino



 
Entrar en un supermercado chino, para mí, es una experiencia de emociones encontradas. La primera, el deslumbramiento ante lo nuevo: nada se parece a lo que conoces.

Entonces comienza el primer reto: elegir. Pero, ¿elegir qué, si todo está escrito en chino? Los productos envasados llevan superpuesta una lacónica etiqueta en español que, por lo menos, permite distinguir cuáles son veganos. Un escollo superado, y los primeros botes van cayendo en la cesta.

El segundo reto también es elegir, pero entre tanta variedad. Cuando tienes diez tipos de salsa de soja, seis marcas de aceite de sésamo, veinte o treinta variedades de pasta... lo más probable es que te quedes bloqueada y dudando entre musitar "pito, pito, gorgorito" mientras las señalas una a una con el dedo, o simplemente dejarlas todas.

A propósito, en mi familia solían contar una historia sobre mi última experiencia con el chupete. Un día el chupete se perdió y mi madre no lo notó hasta la noche. Me acostó con la esperanza de persuadirme por métodos dialécticos, pero a las 2 de la madrugada mi padre optó por rendirse porque yo no paraba de berrear. En pleno ataque de furia, se fue a una farmacia de guardia y no compró un chupete sino diez, para que nunca más faltaran. Y, con la misma furia, subió a mi cuarto y me los tiró en la cuna. Los diez. Según la crónica, estuve un rato largo mirándolos y estirando la mano hacia uno u otro sin decidirme por ninguno, tras lo cual me acosté y me dormí por primera vez y para siempre sin chupete.

Pero volvamos al supermercado. Con la misma ansiedad que estrené aquella noche en la cuna, y con la cesta a medio llenar de artículos tan superfluos como prometedores, llegué a la sección de verdulería. ¡Y había verdura china fresca! Sentí que había cruzado un portal hacia otra dimensión o, por lo menos, hacia China. Porque, además, todas las personas que estaban allí eran chinas. Y, por lógica consecuencia, la pizarra con el nombre y el precio de las verduras estaba primorosamente escrita en chino.

Así descubrí que, cuando les haces una pregunta, los chinos tienen dos reacciones posibles: o se ríen divertidos y miran a otra parte farfullando en chino, o se deshacen por contestarte... en chino. Por suerte había una señora con muy buena voluntad y con una hija de ocho años criada en Barcelona. Con la niña como intérprete, la señora me dijo cómo preparar cada una de las cosas que yo llevaba. Y, en vez de fastidiarse, las dos pusieron tanta alegría que salí con la certeza de que todo estaría buenísimo.


La primera verdura, el famoso bok choy
(se escribe
de distintas maneras similares entre sí)

Es la más citada en los recetarios de comida china. Pese a ser una col, tiene un sabor muy similar al de la acelga aunque los tallos son menos acuosos.






Dos productos muy interesantes fueron unos cubos de tofu frito, que se venden refrigerados, y unos cuadraditos de pasta de arroz, gruesitos y deliciosos, que vienen secos en tabletas para separar.

 







Me indicaron que los cuadrados de arroz eran para sopa, pero primero los probé así: los cociné cinco minutos en agua y los retiré. Salteé el bok choy en cuñas (sin las hojas) con zanahorias y cebolleta en el wok, a fuego no muy fuerte. Añadí 1 tazón grande de caldo, 1 chorrito de vinagre de jerez y salsa de soja donde había disuelto 1 cucharada de maicena. Removí bien todo, añadí las hojas del bok choy, los cubitos de tofu descongelados y los cuadraditos de arroz escurridos. Un rato de hervor suave para que el tofu y la pasta absorbieran la salsa, y a la mesa.



Bok choy en salsa con tofu y pasta de arroz


El resto de los cuadraditos de arroz lo hice al día siguiente en una sopa tipo oriental con cositas para masticar (champiñones, patatas, guisantes).

La verdura que más nos gustó fue el jiao bai sun. El aspecto es como de puerro, pero cuando la cortas descubres que tiene un corazón tierno parecido al brote de bambú.



Esta también cayó en el wok pero sin salsa (solo un chorro de soja que se redujo) y la acompañamos con trigo hervido, también comprado en el chino. 
 
Aquí tienes otra receta, más oriental: Fideos udon con Jiao Bai Sun.













Este supermercado, muy completo, está en la calle de Ali Bey a 50 m de la Estación del Norte de Barcelona. Hay otro en Balmes nº 6 (cerquita de Plaza Cataluña) y muchos más, sobre todo en la zona de la Estación del Norte, que se ha convertido en un auténtico barrio chino. Si tienes ocasión de entrar en uno de ellos, no la dejes pasar. Aunque más no sea por la pasta, que es de una calidad equiparable a la italiana. Después de todo, la inventaron ellos.