lunes, 13 de diciembre de 2010

Cómo recibir invitados y no perecer en el intento



Convidar a alguien equivale a encargarse de su felicidad en tanto esté con nosotros.
Jean Anthelme Brillat-Savarin

La felicidad de los invitados empieza por la felicidad del anfitrión.
Nina Maguid

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Una de las pocas cosas que he aprendido con la edad es a recibir sin (demasiadas) angustias. Estas normas que os detallo no son inventos míos, todos las conocemos y en estos días están publicando distintas versiones en otros blogs. Las pongo solamente como recordatorio para que, cuando hagamos una fiesta, nosotros seamos los primeros en disfrutar.

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- SIEMPRE:

  1. Llevar un registro de todas las ocasiones en que tengamos invitados, por pequeñas e informales que sean. Apuntar todo lo que se ha servido y añadir comentarios propios y reacciones ajenas. Incluir al final una tabla de tres columnas: Nombre, Gusta y No gusta. Así se evita repetir platos y servir algún ingrediente que a alguien le desagrade (esto no vale para los aperitivos ni para los bufés porque cada uno se sirve lo que quiere).
    El registro, además, servirá como inspiración para cuando vengan otras visitas, con la ventaja de que son todos platos comprobados
    . Y será una fuente de recuerdos para cuando la memoria empiece a fallar.
  2. No intentar deslumbrar. Todos están más cómodos con algo sencillo, en especial quienes después deseen corresponder la invitación.
    Muchas personas se quejan de que invitan a menudo pero nadie las invita, y en gran parte se debe a que acobardan a sus amistades con platos muy difíciles o costosos que los demás no pueden o no saben equiparar
    .
  3. Elegir platos que puedan prepararse con antelación. Congelar unos días antes, descongelar a tiempo y terminar a último momento. Así la anfitriona también participa y no incomoda a los invitados. En Gastronomía Vasca nos enseñan todo sobre preparación, elaboración, mise en place y servicio de cada plato.
  4. Ir a lo seguro: un suflé que se desinfla o una salsa holandesa que se corta puede arruinar la cena y el humor del cocinero. Mejor elegir preparaciones que no den sorpresas y, sobre todo, que hayamos experimentado antes. Dejar las recetas nuevas para los amigos íntimos y decirles que es una prueba (tener pizzas congeladas por si las moscas), a todos les gusta hacer de cobayas y se atreven a dar su opinión con más libertad. En cambio, en una ocasión más formal, un fracaso es un bochorno para todos. 
  5. Incluir siempre aperitivos y elegirlos de modo que no choquen con los ingredientes del menú. Ponerlos en una mesa auxiliar con bebidas no demasiado alcohólicas. El aperitivo tiene que ser un momento amable para que los invitados empiecen a entablar conversación y esperen a los rezagados sin fastidio, además nos dan tiempo para hacer los últimos preparativos antes de servir la mesa. Hacer suficientes aperitivos para todos pero en porciones pequeñas para que nadie se sacie antes de tiempo.
  6. No hacer fritos (salvo que sea una ocasión muy informal) porque lo llenan todo de olor y obligan a esperar. Lo mismo vale para cualquier técnica que obligue al anfitrión a pasar mucho tiempo en la cocina.


UNOS DÍAS ANTES

  1. Sentarse a diseñar el menú como las señoras victorianas, solo que en el ordenador. Decidir cuántos y qué platos preparar, copiar y pegar las recetas, calcular las cantidades e ir haciendo la lista de la compra, todo en el mismo fichero del registro (después borraremos lo que sobre).
    Tener siempre en cuenta QUIÉN y CUÁNDO. Una visita de pasada de unos amigos no es lo mismo que una cena de cumpleaños con las mismas personas. Y una comida informal con el director de la empresa siempre estará más cuidada que si vienen solamente los íntimos.
  2. Hacer la compra con la mayor antelación posible, dejar para el último día solamente lo que tiene que estar más fresco, como el pan y ciertas frutas o verduras.
  3. Cocinar y congelar todo lo que se pueda, o encargarlo si se compra hecho.
  4. Limpiar la casa uno o dos días antes y el día de la reunión repasar lo que haga falta. La casa tiene que estar limpia y ordenada, pero nadie irá a revisarte el cesto de la colada o los armarios.


- EL DÍA DE LA REUNIÓN

  1. Imprimir el menú y pegarlo en la parte interior de un mueble de la cocina, con instrucciones detalladas en orden cronológico. Por ejemplo, después de "servir la sopa" puedes poner "sacar el postre del congelador". No solamente te ayudará a organizarte sino que, además, impedirá que te olvides de servir algún plato (sucede, sobre todo en los bufés).
  2. Preparar toda la vajilla, cubertería y cristalería, ponerla en la mesa si es un bufé o dejarla en la cocina en orden de utilización.
  3. Si se hace un bufé, poner los platos fríos en la mesa principal unos minutos antes que lleguen los invitados y los aperitivos en una mesa de centro o auxiliar, después se irán sacando las preparaciones calientes. El bufé es un antiestrés fantástico, los convidados charlan entre sí y no están pendientes de lo que estamos haciendo, el anfitrión tiene más libertad y los amigos voluntariosos pueden y suelen ayudar mucho.
    Si se come sentados a la mesa, lo más práctico es sacar los platos ya servidos, decorados y todos al mismo tiempo (si son muchos, mantenerlos calientes en el horno hasta que estén todos). Esto evita tener que cortar y repartir las raciones en la mesa, obligando a los comensales a hacer una cadena de transporte, y que los primeros tengan que esperar hasta que todos estén servidos. En cualquier caso, para la hora del servicio es conveniente hacerse ayudar por otra persona. 
  4. Ducharse y arreglarse unas horas antes de que lleguen los invitados. No hay nada más incómodo que llegar a una cena y que la anfitriona no esté presente o se aparezca con el pelo mojado. Es mejor que los invitados tengan que esperar un plato y no al anfitrión, aunque mejor todavía es que no tengan que esperar en absoluto.
  5. Hacer saber a los convidados lo que se va a servir.
    En Marruecos tienen una costumbre muy discreta: ponen tantos manteles como platos tendrá el menú y, cuando se acaba un plato, retiran el mantel correspondiente. Cuando se sienta, el invitado cuenta disimuladamente los manteles por debajo de la mesa para saber cuánto le servirán, así va calculando lo que tomará de cada plato. Decía nuestro amigo Mohamed en la sobremesa de la Nochebuena pasada "Si descubres que hay un solo mantel, lánzate sobre lo que haya en la mesa porque no sacarán nada más".
    Nosotros lo podemos resolver de otros modos, según el grado de intimidad. Hay quienes ponen el menú en un atril como en los restaurantes, otros lo imprimen en un papel bonito y lo enrollan alrededor de la servilleta. También se puede enviar por email unos días antes o simplemente hacer un comentario ("después vienen una sopa y un pastel de puerros"). Esto evita situaciones, incómodas para todos, en las que alguien no puede tomar un plato porque se ha saciado con los anteriores.

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LO MÁS IMPORTANTE

1) Ser uno mismo desde el principio hasta el final. Nos hemos propuesto agasajar a nuestros invitados del mejor modo y ellos así lo entenderán aunque algo falle. Por más que cumplamos a rajatabla todas las normas de prudencia, el fracaso siempre estará al acecho. Si llega, hacerlo participar de la fiesta y convertirlo en una anécdota para recordar. Tus invitados saben que eres un ser humano, acéptalo tú también.

2) Nada de esto evitará los momentos de ansiedad, porque vienen del amor propio y de la responsabilidad. Para cuando lleguen, os dejo la respuesta de un anciano cuando le pidieron el secreto de su longevidad y su buena salud: "Siempre he sabido distinguir entre una complicación y un drama".

3) Cerramos con otra cita, esta vez de Juan Mari Arzak: "El mejor cocinero es el que menos se equivoca, pero todos nos equivocamos todos los días".

¡Felicidades!


El dibujo es de aquí, gracias.