De la serie "no se tira nada"
Primero hay que tener una remolacha maravillosa, si es posible cultivada en las Cinc Sènies, el pulmón que me alimenta de aire puro y verdura sana. Ya os contaré más de este bendito lugar, que los mataronenses estamos en peligro de perder pero que defenderemos como si en ello nos fuera la vida porque -literalmente- nos va parte de la vida.
"Mi barrio": poco después del campo está mi casa
Mientras tanto volvamos a la remolacha: esta cundió para dos personas. Y vamos a la preparación.
Primero:
Lávala, retira lo verde y reserva los tallos y las nervaduras gruesas.
Los buñuelos
- Mezcla 4 cucharadas de harina de garbanzo con 2 cucharadas de harina de rebozar (o harina de trigo común), 1/2 cucharadita de levadura química, unas gotas de vinagre y el agua necesaria para hacer una masa ligera.
- Añade jengibre en polvo y semillas de comino.
- Corta las hojas crudas en tiras no demasiado finas, mézclalas bien con la masa y fríelas por cucharadas en aceite no demasiado caliente.
- Escurre los buñuelos sobre papel de cocina y, antes de servirlos, échales una lluvia ligera de sal desde lo alto para que se reparta bien.
La remolacha
- Pélala: si tienes suerte te quedará una joya de color granate veteado como esta, digna de la corona de un rey.
- Rállala y alíñala con jengibre fresco rallado, sal, vinagre de arándanos y aceite de girasol.
La salsa
- Bate un bote pequeño de maíz dulce con 1 cucharadita o más de curry, 1 diente de ajo, gotas de zumo de limón y leche de avena para aligerar.
Los tallos
- Pícalos y alíñalos con salsa de soja, vinagre de arroz aromático (supermercados chinos) y aceite de girasol.
Sirve todo junto con los tallos repartidos aquí y allá.